lunes, 11 de junio de 2007

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús


El fundamento de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es tan antiguo es tan antiguo como el mismo cristianismo (Benedicto XVI, Carta con motivo del 50 aniversario de la enc. Haurietis aquas). Todo discípulo de Cristo que contempla «al que traspasaron» (Juan 19, 37; Cf. Zacarías 12, 10), es decir, a Jesús crucificado y medita en la lanzada con la que atravesaron su costado del que «salió sangre y agua» no puede sino amar ese Corazón.
Ciertamente, esta devoción ha ido en aumento en el transcurso de los siglos. Podría decirse que esta difusión ha corrido paralela al desarrollo de las ideologías iluministas de signo ateo y laicista. En el siglo XVII, san Juan Eudes y santa Margarita de Alacoque promovieron enormemente esta devoción y, con su impulso, llegaron a fundarse centenares de asociaciones y congregaciones cuya espiritualidad giraba en torno a ella. Santa Margarita (1675) escuchó las promesas de Jesús acerca de los beneficios que recibirían quiénes oyeran la santa Misa durante los 9 primeros viernes de mes.
Desde entonces son muchos los santos que han secundado esa espiritualidad. En España la Providencia movió los corazones de algunos santos para que difundieran esta devoción a principios del siglo XX y para que se consagrara España al Sagrado Corazón. El Rey Alfonso XII apoyó finalmente esta iniciativa y realizó esta consagración ante el monumento del Cerro de los Ángeles, el 30 de mayo de 1919. Santa Maravillas, monja carmelita descalza recibió la misión de fundar un convento en el Cerro de los Ángeles, con el fin de venerar y cuidar del monumento del Sagrado Corazón, que estaba amenazando ruina. En el verano de 1936, milicianos republicanos fusilaron la imagen de Jesús y dinamitaron el monumento reduciéndolo a ruinas.
Aproximadamente por aquellas fechas, la Virgen María promovía idéntico devoción en Fátima y una joven polaca recibía también la misión de difundir en el mundo esta devoción y de proclamar la divina misericordia. Una noche en la que María Faustina rezaba en su celda, se le apareció Jesús vestido de blanco. Mientras le bendecía con una de sus manos con la otra tocaba su vestido a la altura del corazón, del que surgían dos grandes rayos, uno rojo y otro de color pálido blanco. Jesús le dijo: "Pinta una imagen según lo que ves con la firma: Jesús, en ti confío. Deseo que esta imagen se venere primero en tu capilla, y luego en todo el mundo. Y prometo que las almas que venerarán esta imagen no perecerán, y la victoria caerá sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente en la hora de su muerte. Yo los defenderé como Mi propia gloria".

Después del Concilio Vaticano II, la devoción al Sagrado Corazón entró en crisis, como muchas otras devociones populares. Sin embargo, los Papas no han dejado de ensalzar ese culto. El Papa Juan Pablo II canonizó a santa María Faustina y también instituyó el segundo domingo de Pascua como Domingo de la Divina Misericordia, secundando un deseo expreso de Jesús comunicado a la santa.
Y el Papa Benedicto XVI, el 15 de mayo de 2006, explicó que esta devoción no puede desaparecer nunca porque coincide con la esencia del cristianismo:
«En la encíclica «Deus caritas est» he citado la afirmación de la primera carta de san Juan: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” para subrayar que en el origen de la vida cristiana está el encuentro con una Persona (Cf. n. 1). Dado que Dios se ha manifestado de la manera más profunda a través de la encarnación de su Hijo, haciéndose “visible” en Él, en la relación con Cristo podemos reconocer quién es verdaderamente Dios (Cf. encíclica Haurietis aquas, 29-41; encíclica «Deus caritas est, 12-15). Es más, dado que el amor de Dios ha encontrado su expresión más profunda en la entrega que Cristo hizo de su vida por nosotros en la Cruz, al contemplar su sufrimiento y muerte podemos reconocer de manera cada vez más clara el amor sin límites de Dios por nosotros: “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16).«Por otro lado, este misterio del amor de Dios por nosotros no constituye sólo el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el mismo cristianismo. De hecho sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la Cruz de nuestro Redentor, “a quien traspasaron” (Juan 19, 37; Cf. Zacarías 12, 10). La encíclica Haurietis aquas recuerda que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más incisivamente su vida (Cf. número 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, junto a Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda en la acogida sin reservas del amor de Dios (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 49).» (Benedicto XVI, carta citada).

El fin de semana pasado se celebró en Barcelona un Congreso internacional sobre el Sagrado Corazón de Jesús, bajo el título Cor Iesu, fons vitae y en el Centro de Espiritualidad de Valladolid durante esta semana está teniendo lugar otro congreso titulado “Dios tiene corazón. Dios es amor”.

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